Comentario
De la provincia de Paucura y de su manera y costumbres
Pasada la gran provincia de Arma está luego otra, a quien dicen de Paucura, que tenía cinco o seis mil indios cuando la primera vez en ella entramos con el capitán Jorge Robledo. Difiere en la lengua a la pasada; las costumbres todas son unas, salvo que éstos son mejor gente y más dispuestos, y las mujeres traen una mantas pequeñas con que se cubren cierta parte del cuerpo, y ellos hacen lo mismo. Es muy fértil esta provincia para sembrar maíz y otras cosas; no son tan ricos de oro como los que quedan atrás, ni tienen tan grandes casas, ni es tan fragosa la sierra; un río corre por ella, sin otros muchos arroyos. Junto a la puerta del principal señor, que había por nombre Pimana, estaba un ídolo de madera tan grande como un hombre, de buen cuerpo; tenía el rostro hacia al nascimiento del sol y los brazos abiertos; cada martes sacrificaban dos indios al demonio en esta provincia de Paucura, y lo mismo en la de Arma, según nos dijeron los indios, aunque estos que sacrificaban, si lo hacían, tampoco alcanzo si serían de los mismos naturales o de los que prendían en la guerra. Dentro de las casas de los señores tienen de las cañas gordas que de suso he dicho, las cuales, después de secas, en extremo son recias, y hacen un cercado como jaula, ancha y corta y no muy alta, tan reciamente atadas que por ninguna manera los que meten dentro se pueden salir; cuando van a la guerra, los que prenden pónenlos allí y mándanles dar muy bien de comer, y de que están gordos sácanlos a sus plazas, que están junto a las casas, y en los días que hacen fiesta los matan con gran crueldad y los comen; yo vi algunas destas jaulas o cárceles en la provincia de Arma; y es de notar que cuando quieren matar algunos de aquellos malaventurados para comerlos los hacen hincar de rodillas en tierra, y abajando la cabeza le dan junto al colodrillo un golpe, del cual queda atordido y no habla ni se queja, ni dice mal ni bien. Yo he visto lo que digo hartas veces, matar los indios, y no hablar ni pedir misericordia; antes algunos se ríen cuando los matan, que es cosa de grande admiración; y esto más procede de bestialidad que no de ánimo; las cabezas destos que comen ponen en lo alto de las cañas gordas. Pasada esta provincia, por el mismo camino se allega a una loma alta, la cual con sus vertientes a una parte y a otra, está poblada de grandes poblaciones o barrios lo alto della. Cuando entramos la primera vez en ella estaba muy poblada de grandes casas; llámase este pueblo Pozo, y es de la lengua y costumbres que los de Arma.